miércoles, 29 de febrero de 2012

EL CAJON DE LA TORTUGA 6

Las chicas justo habían salido de los servicios perdiéndose el show, y ni bien se sentaron me preguntaron si me había animado por presentarles a mi tortuga, te va a costar barato jadeaban, al fin les respondí que no gracias y les dije que se fueran a sus casas y que si querían les pagaría el taxi y las acompañaría, muy bien respondieron, tomamos uno bien tenebroso a esa hora 2340 de la noche con un chofer con cara de loco, sucio y odorante a berrinche como todo taxista, en un carro negro y de los años 1900 muy reforzado, el camino era de cuarenta minutos y mientras ellas charlaban atrás borrachas acerca de sus próximas víctimas yo alzaba el volumen de la radio chatarra del chofer que me permitía, en la cual se escuchaban operas a esta hora en una frecuencia que había encontrado gracias a Dios.
Volando por los cielos a veces espesos a veces despejados de la mierda de virus volantes que este carro de mierda raspaba sin cautela, cielo del cual a veces esperaba algo, esperamos no se de repente ya lo habíamos hecho todo, no había mas que dar ni a que resistirse, no había mas drogas, lisuras, artefactos, es tan inútil ya desafiar a alguien animar a alguien, todo parecía aburrirme lejos cerca, alto o remolcándome, estoy a diez minutos de mi casa pero acompaño a estas desdichadas a su hogar porque si se enteraran donde vivo caerían rociadas por Satanás a mis aposentos, a los de todos, a los de mi tortuga, que a veces miro de reojo hasta que se marche de mi presencia para que no me vea podrirme o masturbarme, o quebrar espejos, cachar putas, vomitar sin ataduras, la veo de reojos tras cada puerta para no contaminarle y no contarle mas de lo que debería saber para no ser uno mas, un zombie. La opera suena y rememoro a mis hermanos que no frecuento hace tiempo, me entraban las preguntas donde estarán pecando o balbuceando, que cosa estarán ganándose o perdiéndose, se preguntarán acaso por mi ser, acaso olvidaron que cosa era yo, acaso siempre resignados a mi chasqueo mental, a mis inmoralidades contra los cuales pelee, me ganaron y también me las cache aunque de rodillas.
Monto a la opera como a un toro pero armonioso y me vuelve loco pero no me deja caer, me acompaña con su vida que da vida con su retumbar que extiende la mano y me ayuda, me siento concentrado, embelesado, aludido por sus notas no importando quien me acompañe, no importa que me haya suicidado, no importa si hubiese amado o no, o laborado el día de hoy, cuando las leyes me lo ordenan o un abuelo convenido, el patrón, los cuernos destrozan mis temores y algunas nostalgias que habían quedado de las mejores, de las manos de mi madre, de mis profesores de lengua e historia, eso es algo más simbólico que las mujeres y dinero impropio, indecente, espectáculos y celebraciones, que mas da el esfuerzo en un trabajo donde al final ningún sueldo es satisfactorio, la gula es insatisfactoria, las conchas son insatisfactorios, el cariño es insuficiente así sea de miles de años, en fin. Aclaramos el aspecto de la noche pasadas las doce se bajaron ellas del carro al llegar a su lugar sombrío tan lejos de donde yo vivo, o finjo vivir, éste es un gran edificio de gente avezada, drogadictos niños, viejos jóvenes todos tan animales , fieras asesinas, era su barrio inalterable un lugar donde se cocinaban los planes mas maléficos, abortos, experimentos, cada cuarto tan sucio, cada ventana tapiada, luces que provenían de cabezas partidas de cadáveres que algún día fueron aristocráticos como en los años 1900 tan bellos eran guerras y amores bellos , no los de ahora que se prestaban ya no para escribir libros sino para quemarlos porque leer, eso de leer nos ponía suicidas, parcos, anoréxicos, delirantemente tristes, mas humanos.

lunes, 27 de febrero de 2012

EL CAJON DE LA TORTUGA 5

Un perro policía a mi llamado acudió apenas marque el código en mi teléfono celular que había robado hace 50 años a una abuela taxista, que solo usaría en casos de emergencia y que no marcaba a alguien hace 38 años, a la ultima que llame fue a Canona una enfermera que me curaba de que mis testículos no explosionaran a causas de los cambios prostáticos cuando me acostaba boca abajo arriba de ese culo tan hermoso tan marcado, tan prisionero de mujer, que desengancharían cualquier hebilla de pantalón y de cualquier ser en este planeta y el de muchos otros apostaría yo, el perro se paro al costado mío y del mesero un cerdo con patines, contamos lo sucedido a lo que el perro llamado Cesáreo sin mediar frase alguna le mando un derechazo seguido de su codo, un doble golpe casi mortal sacándole un ojo al gordo que comenzó a arrancarse la ropa con matices de Nerón, con feroz dolor, implorando por su creador, llamando a su amigo Casan Casan!.


Casan intentó conectarle a Cesáreo un derechazo también en respuesta pero el perro dálmata enorme lo esquivó y abriendo luego su pezuña izquierda mostrando sus garras que parecían colmillos de unas tres pulgadas, arrancó media cabeza con media nariz y media boca que todavía respiraban luego con sus demás extremidades inertes diciendo, una mesa por favor… una mesa por favor…, por fav… los comensales se jalaban el cabello con la sangre, cerebro y mocos que había salpicado tan alborotadamente, todos con los nervios despavoridos comenzando a sollozar, el perro no satisfecho con esto aspiro y aspiro aspiro y aspiro como el lobo de un cuento ancestral con un soplido botó por donde entraron a los intrusos, insanos insanos ! terminaba de gruñir el perro que limpiaba su uniforme de policía y su gran pata con servilleta de filigrana que le entregábamos el cerdo y yo, yo y el cerdo, todos cerdos, muchas gracias exclamamos gracias señor policía, de nada cuídense respondió, y salió guapito como siempre llevando en una bolsa de plástico la media cabeza de Casan la cual llevaría como suplemento dietético para su próximo almuerzo, las féminas del lugar se llevaron las manos a sus partes y lo vieron como siempre, deseándolo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

EL CAJON DE LA TORTUGA 4

Bueno, desde ese día en el que tocó mi indiferente alma solo tuve la necesidad de protegerlo, nunca llego a crecer mucho hasta el día de hoy y ha aprendido varias manualidades, a desempolvar la casa, a cocinar, tocar la guitarra y a hacer ejercicios matutinos teniendo la esperanza de poder crecer, se porta de lo mejor aunque una vez lo encontré aspirando cocaína, la verdad personalmente no creo que a eso se deba tremendas habilidades, pero yo lo exculpaba porque era ocasional me había dicho, ni se le nota, bueno hasta ahora nos cuidamos el uno al otro, sin dejar que alguna mujer o bicho interfiera en nuestra amistad, él era casto, fue de esto que les narraba a las locas, cuando me insinuaron sus intenciones de violar a mi tortuga, a lo cual respondí que me iría a los servicios, en realidad me habían entrado unas nauseas extremas por vomitar y cagar, no pude responderles como se merecían porque se iba a poner fea la cosa, me voy al baño les dije a mear pero ellas levantaron mas sus voces triquiñuelas diciéndome que ellas irían primero porque se les había corrido el maquillaje, yo les dije que estaba bien me daba igual lo importante era no verles al menos por un lapso sus diabólicas caras y se vayan los malestares.
Yo miraba el paisaje que se me advertía en cada movimiento de mi horrible cuerpo que había mutado ya decenas de veces en tantos años que se iban por un tubo y salían por los belfos de los andes necios. Los parroquianos del bar sacaban cada cierto tiempo su espray con olores y compuestos que a cada uno satisfacía o curaba de sus males yo no tenia ninguno, ellos habían transformado demasiado por vivir en las grandes ciudades y yo todavía, esperaba nunca ser tan inmune a polución, enfermedades, virus y armas biológicas que se habían difundido o colado por cada país e islas en la tierra, eso todo producía una niebla espesa y rancia cada vez más fuerte y cargada, monstruosa que trotaba por el mundo, algunas chicas y mujeres tenían rostros hermosos pero tenían extremidades de pájaros y cuadrúpedos, otros hombres fortachones pero no tenían bolas y llevaban una voz de radio transistor y con fisonomía de insectos, mamíferos, peces, etc. usaban prótesis hasta de ombligos.
Ya hace tiempo habían entrado por el mismo portón dos hijos de puta un gordo y un enclenque con ganas de joder, es que no había ninguna mesa disponible y ellos habían estado parados hasta el hartazgo 1 hora y ya no pudiendo soportar el punzón de la espera se agarraron los lugares de mis amigas en mi mesa sin mediar palabra alguna con elocuente desparpajo e insolencia fruto de que a sus madres, actualmente un sapo cruzado con toro las estaba embutiendo con su polla todos los días del señor, el gordo le dijo al flaco alto, antes habiendo dado mi negativa con la cabeza a que posaran sus asquerosos traseros -no quiere que nos sentemos - el flaco dijo:
Algún problema? Acaso has comprado la mesa carajo? apuntándome con ojos de analfabetismo enojado y frunciéndose amenazante, agarrándose la cola de tiburón que aparentaba pesar unos 20 kilos.Yo me quedé callado cogiendo mi tequila, alzándolo y ofendido terminando de tragármelo a pequeños sorbos que sentía como estar bebiendo líquido de frenos con anguilas miniatura alegres de ingresar a mi ente, ante semejante atentado.

viernes, 10 de febrero de 2012

EL CAJON DE LA TORTUGA 3

yo ya sabía que me iba a pasar esto antes de venir, porque entonces porque me hacía esto a mí una vez más por qué tal malquerencia, tanto carbón neuronal, civil, lógica, moral, cuando me había corrompido tanto?, porque habría tenido la necesidad degenerar mi alma, porque experimentó el señor conmigo, porque me he borrado del espacio yo mismo, habiendo a mi amor traicionado, cuando antes navegábamos con una brújula que nos dirigía hacia el verdadero compañerismo y placer sin igual, tan amorosos tan unidos, tan mimados, limpiándonos nuestra mierda, sacando nuestras hostias que rezábamos, bañándonos de fresa con leche felina, con jugos de las cañas de azúcar de gran calibre y tan altas como una jirafa fascista, que surcaban nuestros labios o crema de mango untados en baguettes que no tenían cuando morir. Pero a estas damas, chúpenlo entre comillas, les había narrado algo así de mi tortuga. Mi tortuga que no sabia como orinar, había amanecido un día, el día en el que empezó ya hace centurias a vivir en mi pueblo extraño y desolado, no había mas tortugas que ella, humanos con verga doble, perros policías, gatos jueces y caballos montando cerdos, gallinas que ponían árboles miniatura, nutritivos en vez de huevos ordinarios. Mi tortuga quería aprender de todo pero obviamente la velocidad le jodía, quería hablar con alguien o llegar a cierto destino ya todo el siglo 21 borrado, era muy pequeña y nadie le daba importancia creyendo que era una piedra o una basura propiedad del campo agreste vaquero en el que vivíamos y cuando dije que no sabía orinar era que no sabía en que pose hacerlo, se le había metido en la cabeza tener una pose parado, echado, de costado, patas para arriba o como había visto en los dogs levantando una pata. Bajé cierto día de una planta enorme en cuyos bajos la tortuga reposaba después de haber comido un pastito que le había hecho eructar como mierda, muy fuertemente, despertándome. Yo era una araña humana espantosa francamente, lo confieso, con unas patas que son veinte veces mas grande que mi abdomen y tráquea, y soy babosa muy babosa, me quedé mirando a la tortuguita unas dos horas y cuando ella despertó de la siesta que se le había antojado la toqué con una de mis astilladas extremidades y diciéndole largaos de aquí mierda dura!.
Por fin ! exclamó la tortuguita alegrándose porque creía que resolvería sus dudas, por fin que? dije engrapando mis pedipalpos
dime como es que debo orinar, respondió
Como que orinar?
-cuando quiero botar el agua de mi pene como debo hacerlo me refiero como es la manera correcta de hacerlo, decentemente, quiero decir
-hazlo como quieras a nadie le importa solo eres un animalito mas, no tienes que ser educado, ni gentil, ni caballero, ni mierda
-me da vergüenza señor, usted se ve tan bien orinando parado, con ese falo tan hábil
-de que hablas carajo! respondí, y me senté con vergüenza en una piedra que brillaba, al ver en él a un casto y débil niño, a alguien que no sabía del infierno de camales y del polvo infeccioso que inundaban a todo ser móvil o no.
-pero yo no puedo pararme me doy cuenta que es porque soy todavía pequeño, pero cuando sea grande quisiera ser como usted.
-mira tortuguita solo te puedo decir que no te puedes fiar de nadie ni un segundo, aunque este pueblo es muy pequeño y no hay tanta degradación o exterminio de la naturaleza como en los países industrializados y ricos, ni terremotos de cabezas, ni clonaciones delivery, ni experimentos, ni polución, o anthrax en las paredes, ni alienígenas cachando a vuestras madres, aluviones de pescado, políticos con cuatro cabezas, ni perros policías
-que hay de malo con los perros policías, preguntó mi tortuga
-es que ellos se llevan las mejores chicas con ojos camaleónicos, son seductores y miden como dos metros, unos putos, ellas andan detrás de ellos siempre, estoy envidioso.

EL CAJON DE LA TORTUGA 2

Ellas reaccionarias a todo lo que parpadeara o taconeara, se hacían tatuajes con mi saliva opacando mis opiniones, ellas eran tan solubles en el ambiente, lo que comían lo operaban dentro de sus estómagos para después cagarlos y llevárselos para fertilizar hectáreas de unas frutas grisáceas parecidas a la sandía muy ricas que habían descubierto después de tantas chupadas de vergas en algún bosque de Viena, bueno como decía los demás comensales estaban mirándonos atorándose con la cerveza y luego anonadados al ver como la oscuridad se había comido al verano parpadeando, iba y venía la desalmada. Chismeaban de que el asesino que se había fugado sentado a sus costados no superaban sus records de también asesinos libres, de que sus esquizofrenias no eran tan medicadas como las suyas, o que no se inyectaban tanto crack y se ponían a lustrar el techo de todas las habitaciones en sus pocilgas a las que hacían pasar por suites presidenciales, de que las lenguas de caballo les caían mal en tiempos de maligna economía, de que no soportaban la normalidad de la aves que todavía volaban sin rastro alguno de infesta global, las odiaban por su libertad y petulante pulcritud las envidiaban hasta las gónadas y crestas.


Mientras, mis putasas se quemaban los cigarros entre ellas en sus cuerpos cicatrizados en sus frentes con piercings mas que en todo sus cuerpos, ellas hacían maromas de todo pero sus ojos también fijos a mi voluntad, a mis papas horneadas con gusanos color púrpura que eran exquisitos con tequila y whiskey, gusanos de la cuevas del Amazonas boca abajo, estas pendencieras soltaban solo malos consejos veloces, macheteros, atajos que me hacían sollozar, ya estaban cansándome, una tenía el peinado de Jean Harlow, la otra laceada muy brillante y cuyas melenas movían cada cierto tiempo sin parar en forma sincronizada, me habían dado el consejo de que llevara a mi tortuga con ellas para hacerlo debutar, le harían de todo hasta por el orto, yo ya no quería escucharlas más carajo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

EL CAJON DE LA TORTUGA

Es el túnel donde me introduje en unos pensamientos zombies, me metí porque no tenía cordura después de un salvaje festín, abrí el cajón que es esta mi cabeza y estaba religiosamente descuidada, esa mañana el consiguiente amor que había logrado después de tantas batallas y de una guerra infernal por más de mil años, entre las pinturas en las que me había sumergido ellas eran niñez, juventud y madurez, escalando montañas dando manotazos a cabezas, armas de fuego, ríos de medicinas, sinfonías de delincuencia, maquinarias que se oponían, voces que extraían sufrimiento, otras de placer, fantasmas de vaginas, animales que se arrancaban el pellejo y me invitaban a vestirme viéndome tan desesperado, tan vacío, lacrimógeno de locura.

Enojado me había aventado a una cantina grotesca, el amor que había conseguido como había dicho, me dejó plantado con los sentidos deshilachados, como cuando Dios plantó su mano sobre vuestras cabezas tan indoctas inanimadas para mi, id al Dios ahora! , yo abrí un poco del barro muy endurecido de ese monte putrefacto como se abren unos portones de una residencia medieval de la escocia real pero de abajo hacia arriba, las abrí con mis manos hediondas, manos y brazos humeantes de la hierva con mierda del monte y zumo del sudor, sangre coagulada, bofetadas, metrallas de culpas, me metí y el lugar estaba inundado de un ají que ardía como herida de cohete, apestaba más que afuera, mucho más que dentro mío, me metí en ese bar y me esperaban ya dos mujeres de mierda, dos viejas miserables semidesnudas, sensuales, burlonas con dos imanes truhanes que me acercaban a sus hocicos, a sus poderes que despojaban a todo, tenían el don del robo en plenos mocos y globos oculares vuestros, cabellos decorados con cenizas de arco iris, perfectas forajidas, carcajeaban y el mundo les llegaba a la mierda de las puntas de sus malditos pies con uñas pintadas de ultraje con rastros de semen y tajos.

Los demás clientes y meseros estaban observándonos porque discutíamos mucho acerca de lo que eran nuestras vidas que ya era de hace muchos siglos y había maniatado a las tráqueas, tradiciones y tratados, circundaba a los cavernícolas que somos, a las coladeras sórdidas del dinero, dinero que había barajado nuestros cuerpos como cartas hora tras hora, nación tras noción, botín tras motín, y ellas mis invitadas nuestras hijas, humanidad responsables todos, porque ellas eran unas putasas y yo tenía que prestarles todo incluso placentas, sus minifaldas derramaban ácido, segregaban por sus rayas ignorancia y putrefacción vaginal, yo tenía que cubrirlas de cultura universal.