miércoles, 1 de febrero de 2012

EL CAJON DE LA TORTUGA

Es el túnel donde me introduje en unos pensamientos zombies, me metí porque no tenía cordura después de un salvaje festín, abrí el cajón que es esta mi cabeza y estaba religiosamente descuidada, esa mañana el consiguiente amor que había logrado después de tantas batallas y de una guerra infernal por más de mil años, entre las pinturas en las que me había sumergido ellas eran niñez, juventud y madurez, escalando montañas dando manotazos a cabezas, armas de fuego, ríos de medicinas, sinfonías de delincuencia, maquinarias que se oponían, voces que extraían sufrimiento, otras de placer, fantasmas de vaginas, animales que se arrancaban el pellejo y me invitaban a vestirme viéndome tan desesperado, tan vacío, lacrimógeno de locura.

Enojado me había aventado a una cantina grotesca, el amor que había conseguido como había dicho, me dejó plantado con los sentidos deshilachados, como cuando Dios plantó su mano sobre vuestras cabezas tan indoctas inanimadas para mi, id al Dios ahora! , yo abrí un poco del barro muy endurecido de ese monte putrefacto como se abren unos portones de una residencia medieval de la escocia real pero de abajo hacia arriba, las abrí con mis manos hediondas, manos y brazos humeantes de la hierva con mierda del monte y zumo del sudor, sangre coagulada, bofetadas, metrallas de culpas, me metí y el lugar estaba inundado de un ají que ardía como herida de cohete, apestaba más que afuera, mucho más que dentro mío, me metí en ese bar y me esperaban ya dos mujeres de mierda, dos viejas miserables semidesnudas, sensuales, burlonas con dos imanes truhanes que me acercaban a sus hocicos, a sus poderes que despojaban a todo, tenían el don del robo en plenos mocos y globos oculares vuestros, cabellos decorados con cenizas de arco iris, perfectas forajidas, carcajeaban y el mundo les llegaba a la mierda de las puntas de sus malditos pies con uñas pintadas de ultraje con rastros de semen y tajos.

Los demás clientes y meseros estaban observándonos porque discutíamos mucho acerca de lo que eran nuestras vidas que ya era de hace muchos siglos y había maniatado a las tráqueas, tradiciones y tratados, circundaba a los cavernícolas que somos, a las coladeras sórdidas del dinero, dinero que había barajado nuestros cuerpos como cartas hora tras hora, nación tras noción, botín tras motín, y ellas mis invitadas nuestras hijas, humanidad responsables todos, porque ellas eran unas putasas y yo tenía que prestarles todo incluso placentas, sus minifaldas derramaban ácido, segregaban por sus rayas ignorancia y putrefacción vaginal, yo tenía que cubrirlas de cultura universal.

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